La procesionaria del pino es una plaga que ataca cada año a nuestras coníferas mediterráneas, pero estos meses se está convirtiendo en un problema en las zonas forestales de pinares.
La disminución de la temporada de invierno, las altas temperaturas y la ausencia de lluvias ha posibilitado que se pierdan menos nidos de larva de procesionaria, donde se resguardan del frío, y que, a partir de diciembre, las orugas hayan empezado a aparecer en abundancia por pinares, parques e incluso núcleos urbanos, causando alarma entre ciudadanos y autoridades medioambientales.
La procesionaria es una plaga endémica de los pinares, que ayuda a regular la masa de bosques de coníferas. Las orugas se alimentan de las acículas del pino, ayudando a mantener la degradación del suelo de estos bosques, donde las agujas se concentran y son difíciles de descomponer. La procesionaria no solo consume las acículas, sino que sus excrementos, ricos en nitrógeno, ayudan en el proceso de degradación orgánica y enriquecen las propiedades del suelo, mejorando la calidad de vida de los bosques.
Conviene tener en cuenta que la plaga de procesionaria debilita temporalmente a los pinos, aunque no interfiere en el desarrollo de sus brotes durante primavera, no obstante, un ataque intenso de la plaga, unido a otros problemas derivados de la sequía y el cambio climático, pueden aumentar la aparición de nuevas enfermedades, lo que justifica la preocupación de los técnicos forestales.
Por otro lado, la procesionaria suele ser perjudicial para las personas y los animales, causando alergias y fuertes problemas de urticaria por su contacto. Por este motivo, se están tomando medidas para controlar los efectos de la plaga, pero se aconseja a la gente alejarse de las orugas y vigilar a sus mascotas.
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