El Dracunculus vulgaris es una curiosa planta de la familia de las Aráceas y es originaria de la zona del Mediterráneo, aunque cuenta con una especie autóctona de las islas Canarias, el Dracunculus canariensis.
Es una planta rizomatosa, con un largo tallo que surge de un bulbo subterráneo y que puede llegar a medir un metro de altura. Lo más curioso es su color jaspeado, blanco y verde, que le da un aspecto como de camuflaje. Sus hojas parten de un largo peciolo, normalmente situado en la parte alta del tallo, con numerosos lóbulos lanceolados que pueden llegar a medir hasta 30 centímetros de tamaño.
Del tallo surge un exuberante inflorescencia de color púrpura intenso, con una bráctea que puede medir más de 50 centímetros, y dentro de ésta, un espácide de tamaño algo superior, donde se condensan bayas venenosas, que maduran cuando la flor marchita. Tiene un olor algo desagradable, como a carne podrida, que atrae a las moscas, de cuyos nutrientes se alimenta atrapándolas en la cámara floral, que se encuentra en la base de la bráctea.
Es una planta que crece a pleno sol, en suelos ricos y bien drenados.
Aguanta las heladas ligeras, ya que en las estaciones de frío pierde las hojas e hiberna.
Es muy decorativa, pero conviene mantenerla alejada de animales domésticos y niños, porque como hemos comentado, se trata de una planta de alta toxicidad.